De la imaginería de Chiachio-Giannone al tecnológico Sardón
Por Laura Feinsilber Para: Ámbito Financiero.
Chiachio & Giannone: "Familia Coyita".
Una de las obras de la dupla Leo Chiachio y Daniel Giannone, que se destaca por el dominio del bordado, cuya nueva muestra, «Bordatón», ya desde su título, alude a algo exuberante y a cierta idea de proeza.
Ernesto Aróstegui, Carlos García Bes, Ernesto de Castro, Mario A. Fernández, Raúl Marengo, Luis Negrotti, Feliciano Centurión,artistas pertenecientes a distintas generaciones, se cuentan entre aquellos que innovaron el arte textil argentino. Incursionaron en el espacio tridimensional, relacionaron el tapiz con la pintura y la escultura, resolvieron repertorios geométricos, apelaron a materiales no convencionales, contribuyendo así a una profundización del lenguaje textil.
Esta introducción ayuda a recordar que el arte textil no está solamente en manos femeninas, algo que queda confirmado en la actual muestra en la Galería Ruth Benzacar. Desde hace 10 años Leo Chiachio (Buenos Aires, 1969) y Daniel Giannone (Córdoba, 1964) constituyen una dupla que se destaca por su imaginería y dominio del bordado. Desde el título elegido «Bordatón», se alude a algo exuberante y a cierta idea de proeza. ¿Qué hay en este universo minucioso de agujas e hilos de colores? Los artistas se retratan a sí mismos, están insertos en paisajes frondosos, rocosos, de grandes flores y pájaros tropicales, atavíos y ornamentos indígenas. Hay también guerreros, habitantes del altiplano, musculosos prototipos del Oeste norteamericano, hachando, pescando, posando en bucólica actitud y, last but not least, con alusiones mondrianescas. Todo sobre telas gigantes en las que no queda ni un milímetro sin cubrir, distintas técnicas del bordado como si fueran pinceladas, efectos de luz y profundidades que revelan conocimiento e investigación. Suponemos un acto de ternura la inclusión de Piolín, su perro mascota, imagen casi omnipresente. Al entrar a la sala principal cuelga un collar inmenso realizado con teteras, tapas, saleros de porcelana rescatados de la fábrica Verbano de carácter lujoso así como vitrinas con el Ekeko, también en porcelana, talismán de la abundancia, fecundidad y alegría de origen aymará, muy popular actualmente.
... continúa.
Lunes 6 de Agosto de 2012
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lunes, agosto 06, 2012
viernes, agosto 03, 2012
Estética del exceso
Chiachio y Giannone imprimieron viejas decoraciones en desuso, aplicaron picos de teteras, asas, tejidosy bordados al crochet para crear un mundo kitsch y pop, pleno de humor y virtuosismo
Chiachio & Giannone: "Caza mayor"
¿Qué tiene en común Papá Noel, el Buda gordo y el Ekeko? Los tres son hidrópicos y, como tales, símbolos de la abundancia. El vientre abultado por las vísceras que acumulan el alimento es un antiguo símbolo de opulencia, por eso Papá Noel es panzón y lleva bolsas repletas de regalos, y Buda -que con una vida de ayunos y peregrinaciones nunca fue obeso- se confundió por homofonía con el sonriente y gordinflón Buttai, deidad china de la riqueza. El Ekeko, hombre cargadísimo de bolsas y paquetes, es una deidad andina que favorece la fecundidad y la abundancia en los hogares donde se le tributan cigarrillos y alcohol. También es una figura central en la obra de Leo Chiachio y Daniel Giannone: ellos mismos se autorretrataron como ekekos e hicieron varias de estas figuras en porcelana blanca de Verbano a partir de una imagen adquirida en la feria de la comunidad boliviana del barrio de Liniers. Los artistas imprimieron viejas decoraciones en desuso sobre cada hombrecito de brazos abiertos y sonrisa sedienta de cigarrillo; también le aplicaron picos de tetera, asas y agarres de tapas, y para rematarla le adosaron coquetos chullos tejidos al crochet. No cabe duda de que su estética es la del exceso. El Ekeko es uno de los tantos personajes de la rica iconografía americana que fascina a Chiachio y Giannone, y que se puede ver en las telas bordadas que se exponen en la galería Ruth Benzacar con el nombre de Bordatón , neologismo que condensa bordado y maratón, pues desde hace más de dos años estuvieron cruzando punto cadena, francés y otros tantos tecnicismos textiles en una demencial carrera contra el tiempo. Ambos artistas funcionan como uno solo desde 1999, son como los Pierre et Gilles, o los Gilbert & George nacionales; lograron renunciar al ego de cada uno para cristalizar un nuevo ser; hicieron realidad la consigna alquimista solve et coagula ("disolver y coagular"). El exceso campea por las telas bordadas, y entre selvas apretadas aparecen los mismos artistas como protagonistas de una épica americanista, junto a Piolín, omnipresente hijo-mascota encarnado en un salchicha miniatura. Frida Kahlo inauguró la obsesión por el yo, no tanto como pasión narcisista sino como exploración de la propia identidad, algo que hemos visto en artistas locales como Nicola Costantino y Flavia Da Rin y en internacionales como Yasumasa Morimura, John Coplans o Cindy Sherman, entre otros. Los argentinos plantan bandera en los nuevos conceptos de familia, algo que se ve claramente en el fondo de la galería donde hay un rincón pintado de celeste que ellos denominan "cuartito para un niño gay". Aquí los bordados exhiben autitos y autobombas;cowboys , bomberos, pescadores y leñadores, todos ellos jóvenes y de torsos desnudos y musculosos. Más allá de la simpatía que despierta la ambigüedad de los estereotipos masculinos, hay un llamado de atención sobre un tema tabú en la sociedad y que fue bomba periodística cuando el 24 de febrero de 1992 la influyente revista Newsweekpublicó en su tapa el rostro de un bebé de ojos azules con el sobreimpreso: "¿Es este niño gay? Nacido o criado, los orígenes de la homosexualidad". El mismo año, el curador Jeffrey Deitch en su muestra Post Human -puerta de entrada al arte del siglo XXI- planteaba que, de probarse que la homosexualidad es genética, los padres del futuro podrían diseñar el ADN de sus hijos al elegir su orientación sexual. Chiachio y Giannone le dan un tono celebratorio al tema y adornan el cuartito con peluches de porcelana tomados de los originales juguetes de Piolín, ubicados en una estantería con una grilla que bien podría haber diseñado Piet Mondrian. El guiño al pintor neoplasticista se repite en una tela Hermès que los artistas bordaron con un caballo blanco que tiene a Piolín como jinete: éste observa cómo el célebre Broadway Boogie Woogie del holandés se va descomponiendo con un ritmo frenético. Hay citas cultas y populares por doquier, y también hay desbordes de manualidades en todas las telas, ya sea en la de cinco metros por tres o en la que incorpora auténticos exvotos.
En la recuperación de la técnica tradicional del bordado hay un gesto político de replanteo de género, la actividad reservada al ámbito doméstico femenino es encauzada hacia un lugar de legitimación artística de cuatro manos masculinas. Cuando los artistas se bordan a sí mismos sumergidos en la laguna presenciando el nacimiento de Piolín sobre una planta de irupé están planteando un nuevo mito social, el milagro del amor que une a una familia compuesta por dos varones y un perrito.
viernes 3 de Agosto de 2012