viernes, julio 06, 2012


Chiachio & Giannone: arte mayor con el bordado de la abuela

Exuberantes y vitales, los artistas retoman el hilo, la aguja y la porcelana para crear una obra en que lo culto y lo popular son uno. En la galería Ruth Benzacar, hasta el 10 de agosto. 

POR M. S. DANSEY



Chiachio & Giannone son dos artistas exuberantes como una madraza italiana. Cualquiera de estas telas -¿cuadros bordados?- delatan horas, días, meses de trabajo persistente y callado. Se escucha la televisión de fondo, el cotorreo infinito de las conversaciones, las carcajadas –trabajan con ayudantes y reciben amigos todo el tiempo, sin por eso largar la aguja y el aro– pero más allá de estas estridencias, que obviamente se traducen en la obra, la muestra en la galería Ruth Benzacar trasmite tranquilidad hogareña. La pareja tiene un hijo-perro, Piolín, un salchicha negro de ojitos brillosos. Se lo ve contento, abrigadito y bien alimentado. Los tres aparecen retratados en distintas secuencias de una vida fantaseada: en la cama con gorros de lana y mitones, en la selva con flores, pájaros y monos, en un altar mexicano, en medio de una ciudad en llamas rodeados por un ejército de bomberos con los torsos desnudos. Hay en todas las escenas un exceso vital que hasta el infierno más temido resulta optimista.
Leo Chiachio (Buenos Aires, 1969) y Daniel Giannone (Córdoba, 1964) se conocieron hace diez años en el balcón de la casa de un amigo, durante una fiesta. Cada uno por su lado, los dos bordaban. Fue el punto de encuentro. Obviamente, esa misma noche se besaron. Desde entonces viven y trabajan juntos. Su primera obra de a dos fue –en Estudio Abierto en Harrods, 2003– un viejo colchón matelaseado, con la imagen de los dos durmiendo juntos, abrazados, rodeados de sapitos y vaquitas de San Antonio de plástico. No habría mejor portada para este cuento de hadas queer y tercermundista.
La tela más grande en la sala es un gobelino de casi tres metros por cinco de largo. Técnicamente no es un tapiz porque no fue tejido. Podría decirse que es una tela reprocesada. Sobre las bases textiles, que pueden ser paños antiguos o estampados sintéticos, se ejecutan distintas técnicas de bordado, algunas experimentales, incluso superpuestas en capas, que terminan por configurar un nuevo tipo género. Muchas de estas técnicas las aprendieron de Alicia, la presidenta de la Asociación de Bordadoras Argentinas, una gran amiga que murió el año pasado y con quien se pasaban tardes enteras bordando y charlando. Ella solía decirles que habían llevado este arte menor a la categoría de gran arte. Ellos le enseñaron que un error puede hacer especial a un trabajo.
Ahí no queda la cosa. Porque si al rescatar este artesanado típicamente femenino se pretendía poner en cuestión las jerarquías estéticas y sociales, era necesario probar la tesis en otros ámbitos. La muestra se completa con un conjunto de piezas de porcelana que realizaron durante una temporada de trabajo en la fábrica Verbano, en la localidad santafesina de Capitán Bermúdez. Durante dos meses, como cualquier obrero, los artistas concurrieron a la planta de lunes a sábado de siete de la mañana a seis de la tarde para experimentar con los procesos industriales. La serie de los ekekos, con sus ropitas de macramé, sus brazos altos en gesto dadivoso a lo Juan Domingo Perón y sus cuerpos florecidos de hazas y picos de tetera, son el sumun de la providencia; una suerte de matrimonio igualitario entre el rito pagano sudamericano y la ceremonia arribista de abuela europea.
Las estructuras y los conceptos, incluso en su altísimo grado de intensidad, vienen a decir que nada está fijo, que no hay fronteras. Hibridación total para el erotismo total, podría ser el primer mandamiento. Pasan ante los ojos los cuadros modernos, los diseños precolombinos, las películas de consumo global, los libros de antropología, los viajes por el mundo y el folclore criollo. El mundo de Chiachio & Giannone está en constante expansión como un manto vegetal que amenaza con fagocitarse hasta el último producto de la cultura humana. Abajo quedará sepultada la contraposición natural-artificial. La esencia, acá, es el encuentro. Uno en dos. Dos en uno. En ese orden alternativo, estos retratos de familia se leen como símbolo de una epopeya. Ya no importa si se proyectan como guerreros aztecas, santos cristianos, samuráis, marines, actores porno o próceres de mayo, de una u otra forma Chiachio & Giannone y Piolín serán los embajadores de una épica contemporánea.
http://www.revistaenie.clarin.com/arte/Chiachio-Giannone-mayor-bordado-abuela_0_731926981.html

Ñ - Revista de Cultura

  • Viernes 06 de julio de 2012