domingo, noviembre 18, 2012

Que sepa coser, que sepa bordar…

 por Nora Arrechea 

          Por obra y arte del dúo Chiachio & Giannone, el primer subsuelo de la Galería Benzacar,  se ha convertido en la sala de un castillo medieval  con tapices, porcelana y todo. La muestra se titula BORDATÓN y si jugamos con las palabras  este “bordatón” es una “maratón” del bordado a mano. Prueba de resistencia que vienen realizando los artistas, que  sin embargo, no caen exhaustos después de la proeza.
         Enormes telas estampadas  que han sido excesiva y exhaustivamente cubiertas con puntos de fantasía y donde los vacíos, de ese “horror vacui” de hilos de diferentes texturas y colores,  apenas logran ser reposo para la mirada. Obsesiona descubrir las figuras, los motivos y sus relaciones. Libro que no podemos dejar de leer hasta concluir el relato completo. Los mismos artistas son los personajes de estos relatos. Como en las ficciones infantiles, donde todo es posible, estos adultos, que juegan a ser otros, se disfrazan en un desfile que no tiene fin. En un tiempo son caciques con tocados de plumas en una selva tropical, en otro, muchachos con camisas cuadrillé escapados de algún road-movie en el desierto norteamericano. Estos “tapices”  son retratos de familia, en los que Leo  Chiachio y Daniel Giannone  aparecen con su “perrito-hijo-mascota”, Piolín, un salchicha enano.   Siempre rodeados de  diferentes escenografías y con distintos vestuarios  construidos de hilo y aguja. A partir de autorretratos fotográficos o de dibujos frente al espejo, se recrean como personajes devocionales y populares de leyendas latinoamericanas o imaginerías orientales. Las fuentes de inspiración son variadísimas: narraciones literarias, revistas, películas.  Todo sirve,  desde las figuritas de la revista Billiken  hasta los grabados antiguos de los Libros de horas. La imaginación alentada y batida con diálogos  y juegos de palabras  genera un brain-storming que desemboca en los tiempos aletargados del bordado compartido, mientras Piolín duerme en algún sillón. Cuando esta “hibernación” termina,  esta pareja está lista para presentarse en su “última colección”.
          Frente a este despliegue de textiles, sus viejos Ekekos, que venían profusamente cargados, se han transmutado en figuras de loza blanca  incrustadas de asas y picos de teteras. Emulan  la cara sonriente y las manos del “general” en plena acción discursiva sin nada que cargar y vacío de palabras; abrigado con un gorrito tejido a crochet.
         “Peluches” de loza, floreados a mano, invaden el espacio desde estantes y vitrinas,  como si fueran souvenires olvidados en una tienda de chucherías. En el medio de la sala,  varios “collares-guirnalda”  hechos con  piezas de porcelana enhebradas y desechadas del proceso industrial. Utensilios que no llegaron a serlo por defectos en la línea de producción  y que los artistas rescatan y elevan a la condición de  adorno “precioso”. Estos enseres son el resultado de una “excursión” a la vieja fábrica de porcelanas Verbano  donde, devenidos maestros porcelaneros, crearon un nuevo catálogo de diseños olvidados. Evocación de aquella vajilla de té que solo se usaba cuando había visitas.
          Chiachio & Giannone  son diseñadores y modelos de su “marca registrada”. Combinan oficios y técnicas artesanales, del mundo doméstico, con materiales de uso cotidiano. Objetos que podríamos considerar de “feria artesanal” sino fuera porque  exhibidos en una galería de arte contemporáneo, cambian de status, y convierten a sus productores en una especie de “abanderados de las humildes artes y materiales”, y también en artistas  devenidos  arte.