“No pedimos permiso para contar nuestros sueños”
Leo Chiachio & Daniel Giannone son la pareja menos solemne del arte argentino. Son expertos en técnicas de bordado y se definen como los justicieros de las labores menores relegadas a las tías solteras. Trajeron a Córdoba una muestra de sus “pinturas con aguja e hilo”.
Por Demian Orosz
En esa obra de 2003, que ya cumplía el ritual de unir trabajo y diversión, creación y amor, están muchos de los elementos que hoy definen a Leo Chiachio & Daniel Giannone, la pareja menos solemne del arte contemporáneo argentino: el bordado como técnica predominante, el autorretrato y el dato autobiográfico, la referencia a la pasión, el sentido del humor, la recuperación de la infancia, la predilección por lo kitsch y el juego siempre abierto a las transformaciones que ellos mismos protagonizan.
Se definen como una familia integrada por dos hombres y dos hijos-mascotas, Doménico y Piolín. Este último es objeto de verdadera devoción, como puede verse en un puñado de obras exhibidas en la galería Artis (Lima 909), parte de la muestra con que los artistas volvieron a Córdoba después de exponer el año pasado en el Museo Caraffa.
Leo y Daniel se levantan temprano y se regalan un desayuno de reyes. Luego inician sus labores, que consisten mayormente en trabajos de bordado. De
En el camino han entregado piezas conmovedoras como Los Sebastianos, un motivo sobre tela de jean en el que los artistas se retratan atados al caño de un patio, sangrando hilos de color rojo, cita a la tradición que hizo del santo romano martirizado con flechas un ícono del homoerotismo y confesión personal sobre el martirio que puede implicar ser gay en la Argentina (aunque hace tiempo que Daniel cambió por orgullo la vergüenza que sentía en el colegio de monjas donde aprendió a bordar junto a más de 30 niñas). Se han presentado como Marineritos y se han versionado en clave Próceres, una deliciosa travesura histórica en hilo mouliné que mide el poder de la ternura y el coqueteo entre Dani y Leo travestidos en San Martín y Bolívar.
Los mitos guaraníes, el teatro kabuki, los ekekos o divinidades como Shiva integran también el repertorio que alimenta sus mutaciones. El banquete visual que proponen se sirve de cortinas de baño, pañuelos de hombre, gabardina, papel, porcelana pintada a mano, brillantina. Así le devuelven dignidad a mundos ninguneados (las artes menores femeninas, las emociones infantiles) e invitan a participar en sus festivas profanaciones de lo establecido.
–¿Cómo llegaron al bordado y al rescate de técnicas durante mucho tiempo menospreciadas en el campo del arte?
–Tenemos formación académica de pintores. A la técnica del bordado la aprendimos en diferentes momentos: Daniel de pequeño, en el colegio de monjas de Córdoba donde Labores era una materia muy importante, y Leo aprendió prácticamente en la calle mientras compraba agujas e hilos. Ya juntos decidimos en primera instancia recuperar el bordado, quizás con la intención de crear un nuevo lenguaje que nos perteneciera a los dos. Fue así que decidimos comenzar a pintar con hilos. Esta decisión también tiene que ver con la fuerte predisposición que tenemos para los oficios, y esta es la razón por la que luego comenzamos a interesarnos por otras técnicas. Los dos (hijos de inmigrantes) tenemos padres que tuvieron oficios. También nos gusta pensar que hay un deseo de recuperar el tiempo que no compartimos de niños al momento de decidir sentarnos en torno a una mesa con lápices de colores, brillantinas, hilos de bordar... Y nos gusta pensar que en nuestros retratos estamos trayendo al presente nuestras infancias separadas.
–¿Cómo es un día común en sus vidas?
–Nos levantamos generalmente temprano. Daniel lo hace primero, es más diurno, y Leo nocturno. Nos gusta estar mucho en casa, escuchar buena música, cocinar para nuestros amigos. Tratamos todos los días de regalarnos un buen desayuno. Luego comenzamos a trabajar. Tenemos una rutina muy definida: bordamos todos los días de
–¿Se definirían cómo un combo de familia y pyme artística, como una pareja cuyos integrantes comparten la misma pasión y el mismo trabajo?
–Nos gusta definirnos como gemelos monocigóticos creativos (como nos llamó María Moreno), pero con infancias separadas. Jugamos a ser niños, sin miedo nos colocamos el disfraz de nuestros sueños. Somos una familia, llevamos casi 10 años viviendo juntos. Pensamos el arte como proyecto de vida. Valoramos formar parte de un gran movimiento (en constante crecimiento) que está gestando cambios en una sociedad tradicional, de fuerte tradición católica, machista… Actuar en forma visible es sinónimo de estar vivo, de pertenecer y ser protagonistas del cambio, de hacer historia.
–El bordado es un arte obsesivo, con un altísimo grado de minucia y de concentración en aspectos aparentemente superficiales. ¿Les interesa ese aspecto del lenguaje que utilizan?
–Cuando bordamos o pintamos nos detenemos siempre en los detalles. Los detalles son muy importantes, a veces el todo de una obra. Por momentos sentimos que desbordamos en detalles, como si hubiera explosiones de creatividad. En otros momentos nos detenemos minuciosamente en una flor, como si esta fuera la única y gran protagonista de todo el bosque. Las agujas son nuestros pinceles y los hilos nuestros pigmentos. Bordar es una acción que parece detener el tiempo, recuperarlo. El tiempo de la pintura no es el mismo que el del bordado. Este tiempo permite acrecentar nuestros sueños, profundizarlos a la vez que permite habitarlos con mayor profundidad.
–¿Tienen alguna importancia afectiva las superficies sobre las que bordan?
–Generalmente tienen una historia personal o de terceros. Esto produce más placer y también es una gran responsabilidad. Muchos amigos nos regalan telas que atesoraron durante años en alguna caja y que pertenecieron a sus familias. No saben y no encuentran qué destino darles. Lo que sí saben es que no quieren que esas telas se pierdan o terminen siendo telas para limpiar o para tabla de planchar. Entonces nos las regalan con el deseo de darle un mejor destino, que continúen con otra historia y perseveren en el tiempo. Darles vida. Es como si nos diesen un legado de cariño.
–¿De dónde viene el interés por tradiciones, mitologías y rituales como el teatro kabuki o las leyendas guaraníes?
–Crecimos viendo, adorando y coleccionando imágenes que reproducíamos de cuanta enciclopedia o manual de colegio caía en nuestras manos. Ahora tenemos una biblioteca bastante completa y muy amplia. Sentimos fascinación por estudiar las culturas tradicionales y leyendas de América latina y Japón, especialmente los grabados japoneses. En las civilizaciones de aborígenes latinoamericanos y del mundo en general, la ornamentación masculina fue muy importante, mientras que hoy en día la imagen masculina está prácticamente unificada. La ornamentación parece haber sido cedida exclusivamente al mundo femenino. En los grabados nos interesa cómo se cuentan las tradiciones de esta cultura milenaria. La expresividad, la pureza de sus imágenes. En una cultura tan tradicional como la oriental, desde sus inicios hay historias de amor entre hombres (samurais, actores) a pesar de ser la homosexualidad un tema tabú. Por ejemplo, en Japón se inicia el teatro kabuki, en el cual el rol de las mujeres es llevado a cabo por hombres desde muy niños, y esto se trasforma para muchos en una especie de dulce condena.
–¿Qué presencia tiene en su vida cotidiana el kitsch y la cursilería?
–No le tenemos miedo al kitsch y/o cursi. Nos interesa rescatar actividades que están consideradas al margen del mundo del arte contemporáneo (o lo que se considera “arte contemporáneo”), o las que fueron relegadas al mundo femenino. Demostrar que dos hombres también pueden acceder a ese mundo con absoluta libertad. También nos interesa, luego de recibir tanta formación académica, olvidarla por momentos y trasladar a nuestro oficio de pintores el uso de materiales que pertenecen más al craft y que utilizábamos de niños (pintar con glitter, bordar). El humor y la ironía están siempre presentes. No le tememos al ridículo. Nos gusta reírnos mucho de nosotros mismos y esto se ve en todos nuestros retratos. No le ponemos límites a nuestras fantasías al imaginarnos como geishas o shivas, como niños disfrazados de pandas o ranas, declamar acerca de la vida de los osos de peluches y sus destinos. Y tratamos de no nadar tanto en el bad taste. Por ejemplo, nos gusta ver las telenovelas brasileras (Almas Gemeas, Xica Da Silva), películas de clase B –que de tan B, algunas veces, pasan a ser de muy buen gusto. También leemos revistas de chimentos, vemos la audición de American Idol y reality shows.
–El autorretrato domina de manera apabullante la obra de ustedes. ¿Por qué?
–Desde un primer momento y sin previa manipulación comenzamos a retratarnos uno al otro casi obsesivamente, como un deseo de descubrir, apoderarnos del otro, de su piel, habitar su cuerpo, adueñarnos de la historia de cada cuerpo. Al inicio estos retratos eran bastante hiperrealistas, pero a medida que fuimos mutando nuestros cuerpos nos divertíamos más y nos sentíamos más próximos a nuestros sueños. Es un juego permanente. Nos encanta sentarnos en una mesa y maquillarnos con hilos, hacernos ropas como si fuéramos muñecas; es dar rienda suelta a los juegos que desde niños tuvimos prohibidos o nos ocultábamos para jugarlos.
–Hay un doble movimiento: por un lado, afirmación de género, identificación con prácticas atribuidas al mundo femenino y visitas a algunos tópicos gays. Por otro lado, un camuflaje permanente, un ir y venir de una identidad a otra, un feliz sabotaje de eso que se llama personalidad. Digamos que es un juego de exhibicionismo y ocultación…
–Hay un intento permanente de dar rienda suelta y sin prejuicios a nuestros deseos. El camuflaje existe en la selva, en la vida cotidiana de la ciudad como una necesidad de supervivencia, protección de nuestros sueños y anhelos.
–¿El humor surge espontáneamente?
–Somos gemelos rebeldes. Tenemos un grado de irreverencia al pensar que no tenemos que pedirle permiso a nadie para hacer real o contar nuestros sueños.
–¿Le encuentran un costado político a su obra? Y en ese caso, ¿es premeditado?
–No hay premeditación en nuestra obra. Todo el tiempo estamos cruzando arte y artesanía, vida privada y vida pública, fantasía y realidad. Tomamos la técnica de algunos trabajos artesanales y contamos nuestra historia a modo artesanal, pero dándole un giro y colocándolo en otras instancias, haciendo hincapié en el concepto y su complejidad. Nos gusta imaginarnos como justicieros de las artes menores. Nos apoderamos de la técnica de artesanos para realizar nuestra obra, y al exhibirlo en un museo lo estamos elevando de categoría.
–Devolverle legitimidad a un oficio como el bordado parece, en el contexto actual, una tarea ya cumplida. ¿Qué impacto tiene hoy en el campo del arte la intervención de este lenguaje? ¿Piensan que puede tener un límite ese aspecto de revancha lúdica?
–Nunca es suficiente lo hecho para legitimar algunos oficios; sin embargo nuestra obra siempre tiene varias capas de lecturas. Quedarse en la técnica solamente sería un camino fácil. Lo importante son las ideas. El gran desafío es qué hacer con la técnica. No nos interesa convertirnos en eruditos de la técnica, pero sí hacer el mejor bordado nunca antes hecho. Siempre habrá algo que decir, cuestionar o festejar. No nos atamos a las técnicas, a los códigos; al contrario, nos interesa faltarles el respeto.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home